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Discurso del Director de graduación Generación 2023


¡Aquí sus palabras!



Queridos alumnos, queridos papás, queridos profesores del Colegio Tabancura.

Esta ceremonia de graduación tiene algo de rito de cierre y de iniciación. Cierre por un lado de los años de la infancia, adolescencia y primera juventud, que han transcurrido junto a su familia bajo la sombra del colegio. Y de inicio de una nueva etapa, que está abierta y cuyo desarrollo dependerá de las decisiones que vayan tomando. Ante ustedes se abren básicamente dos opciones: construir una vida que tenga una narrativa que dé una respuesta a las preguntas fundamentales de un modo coherente y atractivo; que sea una historia que se pueda contar. O bien, dejarse llevar por los diversos cantos de sirena que nos ofrece el variopinto menú de las ideologías posmodernas, que con el paso de los años, hace que la propia biografía se transforme en un “cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada” (Shakespeare, Macbeth).

¿Cómo vivir una vida que merezca ser contada o lo que es lo mismo, que merezca ser vivida? El punto de partida me parece que es tener una respuesta sobre cuatro preguntas fundamentales: ¿Tengo conciencia de quién soy?, ¿Quién quiero ser?, ¿Quién no quiero ser? ¿Cuál es mi proyecto para avanzar desde lo que soy a lo que quiero ser?.

“¿Quién soy?”. Invito a cada uno a que valientemente se haga esta pregunta. Lo que cada uno es, es el fruto de una compleja interrelación de factores: Dios, la familia, el colegio, los amigos, el país, los lugares en los que he vivido. Lo que podríamos llamar el “hogar paterno y materno”, el origen de nuestra identidad, la Ítaca de Ulises desde donde salimos y a dónde es bueno volver. Pero no podemos olvidar que en gran parte somos lo que hemos decidido ser. Lo que hemos decidido ser hasta este momento. ¿He tomado una decisión personal sobre el que quiero ser o me dejo llevar por modas, por los mejores vientos, por la dictadura de la opinión de los demás? ¿Hasta este momento de mi vida, he ido consolidando virtudes que me configuren de un modo único e irrepetible? ¿He agregado valor a lo que he recibido o hasta ahora he malgastado el patrimonio familiar?

“¿Quién quiero ser?”. Es insuficiente responder a esta pregunta con una consideración profesional: quiero ser médico, abogado, profesor, ingeniero o lo que sea…La vocación profesional es importante, sí, pero no es la decisión más importante que deben tomar. Lo relevante es plantearse con profundidad: “¿qué tipo de persona quiero llegar a ser y qué tipo de persona no quiero llegar a ser?”. Hay una tendencia generalizada a pensar que por ahora, entre los 18 y los 25 años, bastaría con sacar adelante la carrera y vivir de modo nihilista y dejar para más adelante las decisiones más radicales, aquellas que afectan el núcleo de lo que quiero ser. Si se sigue este camino se llega a vivir como hombres sin rostro, hechos en serie. Es curioso. Mientras más avanza el proyecto cultural del individualismo exacerbado e identitario, más personas viven disueltas en una masa anónima, como piezas de un engranaje sin alma. Cada uno debe ser original, pero no podemos olvidar que hasta el más genial artista se inspira en modelos: tienen buenos modelos en sus familias, en sus amistades, en los libros de historia, en algún profesor que los haya marcado…y sobre todo en el gran modelo que hemos procurado presentarles junto a sus padres: Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.

“¿Cuál es mi proyecto para avanzar desde lo que soy a lo que quiero ser?”. Para cubrir la brecha entre lo que uno es y lo que quiere llegar a ser necesitamos un proyecto, trazar un camino. Si bien cada uno recorrerá el suyo personal, de un modo libre y original, me gustaría resumir en unos pocos trazos algunos elementos fundamentales que deberían caracterizar ese proyecto.

No olviden que lo profesional debe estar supeditado a lo familiar, en los años universitarios que ahora vienen y después. No es posible ser feliz cuando se tiene éxito profesional y se fracasa en lo familiar; sin embargo, lo contrario sí se puede dar: aunque profesionalmente las cosas sean difíciles, un proyecto familiar que funciona, con todas las dificultades que uno quiera, es una buena garantía de realización personal.

Luchen decididamente contra el egoísmo, la autorreferencia y la soberbia, porque son sepultureros de primer orden de cualquier relación humana. La vida es para darla y entregarla a los demás. Me parece que siempre debemos hacernos las preguntas: ¿Cómo puedo servir mejor a los demás?, ¿Cómo los puedo querer más?. Son preguntas que no se pueden eludir, sin tener graves consecuencias. El existencialista cristiano, Søren Kierkegaard, lo plantea de un modo dramático y certero: “Engañarse respecto al amor es la pérdida más espantosa, es una pérdida eterna, para la que no existe compensación ni en el tiempo ni en la eternidad”.

Cuiden las amistades, las que se han hecho aquí en el colegio y ojalá que también las muchas que se harán en los años que vienen. Un buen amigo es un tesoro siempre, a condición de que sea bueno: es decir alguien que te corrige, te desafía, te mantiene alerta y te pregunta: “¿Estás realmente seguro de que eso es lo que quieres?”.

Construyan sus vidas sobre roca. Nos recordaban el jueves pasado que Tabancura viene del mapudungún: “lugar pedregoso”. Aquí se han encontrado con muchas piedras (las pircas son después de todo parte de nuestra identidad corporativa). Pero la roca firme, sobre la que está construido este colegio, es la fe en Dios. Sin este apoyo firme, ¿cómo sacar adelante un proyecto de vida generoso, alegre y lleno de esperanza?.

Si quieren madurar, sean coherentes. Cubrir la distancia entre lo que uno es y lo que se quiere ser, requiere fidelidad al proyecto, corregir rumbos, perseverar cuando el camino se hace empinado y cuando la fatiga nos ahoga y nos insinúe que abandonemos el esfuerzo. Sólo se llega a la madurez cuando hay coherencia entre lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos.

Cuando pasen los años, al pensar en lo que han dejado atrás y en los momentos transcurridos aquí en el Tabancura, es probable que la mayoría de ustedes experimente ese misterioso y ambiguo sentimiento de nostalgia, mezcla de dolor del alma y afecto por lo que se tuvo y que ya no está. Es la experiencia de La Odisea: Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta (Homero). Volverán con la imaginación a la casa en la que vivieron en la infancia, que quizá ya no existe; al lugar de las vacaciones de niño; a las calles por las que caminaban durante la adolescencia y que tal vez estarán completamente transformadas; a la vida en el colegio, a sus clases, a sus recreos, a los compañeros, al almuerzo en el comedor y en la terraza, a los profesores, algunos de ellos muertos y muchos jubilados, al deporte, a la música, al teatro, al debate, al viaje de estudio, a una jornada de Tabancura en Acción,…

Me gusta pensar en la nostalgia como un poderoso sensor de la orientación que toma nuestra vida. En la nostalgia prima la alegría y gratitud cuando al evocar ese pasado, advertimos que es coherente con lo que hemos llegado a ser. Y por el contrario, deviene en amargura y resentimiento cuando notamos que nos hemos alejado, por nuestras malas decisiones, de ese lugar que fue nuestro hogar.

Queridos alumnos: aunque físicamente estén lejos, no dejen que su corazón se aleje del hogar paterno y materno, del que el Tabancura ha sido una parte. Hagan el esfuerzo de atesorar buenos recuerdos de estos años escolares, porque como leemos en una gran novela “no hay nada más noble, más fuerte, más sano y más útil en la vida que un buen recuerdo, sobre todo cuando es un recuerdo de la infancia, del hogar paterno. (…) El que hace una buena provisión de ellos para su futuro, está salvado. E incluso si conservamos uno solo, este único recuerdo puede ser algún día nuestra salvación” (Los hermanos Karamazov).

Muchas gracias.

Santiago Baraona G.

Director Colegio Tabancura

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