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Graduación IV Medios: Discurso del Director


Graduación IV Medios: Discurso del Director



Por Daniel Poblete, Director del Colegio Tabancura.

“Queridas familias, papás, mamás, estimados profesores y queridos alumnos graduados:

Hoy es un día grande, importante, muy significativo en la vida de un colegio. Un día que seguramente sus papás soñaron antes de que ustedes pudieran siquiera pronunciar la palabra. Y aquí están: llevando uniforme por última vez como alumnos, celebrando el término de catorce años de vida escolar.

Una generación alegre, cercana, amistosa, con extraordinarios deportistas, atletas que pueden pasar décadas para volver a ver, jugadores también en las canchas de rugby, futbol y básquetbol, que demostraron tener garra y ser muy comprometidos con la camiseta del colegio. Músicos dedicados y miembros del coro destacados. Actores que nos emocionaron en su rol. Me sorprendió ver bailar a algunos de ustedes la cueca con tanta pasión. Me sorprendió el talento literario en tiempos de redes sociales. Los vi servir en la acción social, formar en las catequesis, rezar en el Oratorio, sembrar en el huerto, experimentar, investigar y un largo etc. Me alegra de verdad volver a graduar a una generación que vivió y aprovechó su colegio, que lo dejan marcados por la experiencia de sus salas y patios, pero también dejando su marca para los que nos quedamos y los que vendrán. Y es precisamente aquí, en este umbral entre lo vivido y lo que vendrá, donde quiero comenzar con una conocida y vieja reflexión:

“Yo pedí fuerzas y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte.
Pedí sabiduría y Dios me dio problemas para resolver.
Pedí valor y Dios me dio peligros que superar.
Pedí amor y Dios me dio personas para amar.”

Así es la vida: no es un catálogo de facilidades, sino un entrenamiento para la santidad. Dios no nos quiere mimar; nos quiere forjar. Y hoy están aquí, más fuertes de lo que creen, preparados para enfrentar un mundo que los desafiará, pero que por sobre todo los necesita. Ese es el plan de Dios.

Porque, seamos sinceros: allá afuera hay confusión. Vivimos tiempos en que muchos creen que la felicidad está en autoconstruirse sin límites: “yo invento mi verdad”, “yo elijo mi naturaleza”, “yo defino lo que soy”. El ser humano queriendo reemplazar a Dios. Y cuando dejamos de escuchar a Dios, las consultas se llenan, los psicólogos multiplican sus esfuerzos, y el corazón se siente solo, aunque esté rodeado de pantallas.

En una cultura que empuja hacia afuera —al éxito, a la imagen, al “me gusta”— el Tabancura les enseñó a mirar hacia adentro. A ordenar los afectos, a educar sus emociones, a cultivar lo intrínseco, lo esencial del alma. Porque la contemplación no ocurre en una pantalla: ocurre en el corazón que busca metas altas, que trasciendan, una vocación.

Ustedes, alumnos, alguna vez fueron niños con sueños grandes: astronautas en marte, héroes que defendían a su patria, médicos que salvaban una vida, deportistas que batían records, o músicos revolucionarios… y otros seguramente soñaron con ser padres de una familia y por qué no… santos.

Muchos de esos sueños, probablemente el inicio de un llamado, los guardaron en silencio a medida que entraban en su adolescencia. Yo les digo: ¡no los olviden! no los escondan. Que las dificultades y ruidos del mundo adulto no encojan su alma. No se desconecten de su colegio, de su juventud, de su primera comunión y confirmación, de esos momentos en que sus padres y probablemente Dios, les hablaron al corazón.

No se crean jamás las mentiras de: “a nadie le importo, si yo no sirvo, no creo que tenga que ser yo”. Aquí, en el Tabancura, en sus casas y en el cielo, hay razones y hay amor de sobra para seguir soñando, creyendo y construyendo con fe y con esperanza su futuro, un futuro grande, como el que tu corazón de niño soñó.

Recuerden:
No somos la suma de nuestras debilidades o fracasos.
Tampoco somos la suma de nuestros premios y triunfos.
Somos —por encima de todo— el amor de nuestros padres,
la educación de nuestros profesores, la lealtad de nuestros verdaderos amigos y creación a imagen y semejanza de Dios.

Seguramente en la segunda parte de esta trayectoria escolar, desde el II ciclo en adelante, más de alguna vez se habrán apartado de sus sueños, de los nobles ideales y de su verdadera vocación —porque todos alguna vez hemos equivocado el camino—. Se perdieron cuando faltaron a la integridad académica en alguna prueba o trabajo, la viciosa y facilista copia; cuando hirieron o dañaron a un compañero con una burla o apartándolo del grupo; cuando caminaron por rincones oscuros de la vida virtual y de la red social; cuando mintieron a sus padres por evitar una corrección o fueron mal ejemplo para sus hermanos o compañeros menores.

Pero también han sabido volver a la recta via y supieron escuchar. Supieron pedir perdón, pudieron levantarse, supieron mirar a los ojos y decir “me equivoqué mamá, me equivoqué profesor, me equivoqué Señor”.

Muchos de ustedes se acercaron en una mañana con un apretón de manos o con una carta para decir: “quiero mejorar, me quiero comprometer a hacerlo mejor”. Y eso es formación. Eso es carácter. Fallar y dar la cara… y luego, volver a sonreír y soñar. Eso es lo que queremos sea sello de cualquier alumno que salga del Tabancura, no saberse perfectos, ni autosuficientes.

Este colegio dentro de las muchas acciones por preservar sus sueños de niños y de juventud, su inocencia, mundo propio y sentido de pertenencia, decidió hace unos años que como colegio seríamos un espacio libre de celulares. Y ustedes vivieron ese cambio. Les pido un favor especial queridos alumnos, ahora que iniciarán su vida universitaria: ¡no se pierdan en la red! No se hagan prisioneros de un feed o scroll infinito. No se queden encerrados detrás de un teléfono cuando podrían estar abrazando la vida y realizando sus sueños. Miren hacia lo alto como nos invita el papa León. Ningún algoritmo puede enseñar realmente poesía, ni ser verdadera amistad, ni darnos la gracia de la fe. Naveguen con libertad en este mundo, no en el virtual.

Pero afuera de la red, también hay mucha ficción, mucha distracción y mucha vanidad. Mi consejo sería que encuentren una vida buena en las cosas pequeñas cotidianas del hogar, que hechas con amor, como decía la Madre Teresa de Calcuta, son extraordinarias: el estudio, las labores o las encargos de la casa, el juego con los hermanos chicos, el abrazo a su papá y mamá al final del día, la oración antes de dormir y el silencio que le sigue. Recuerden las palabras de Monseñor Chomalí “Santidad en lo doméstico”, no ser los buenos fuera del hogar y dentro de nuestras casas llegar a pegarse al teléfono, borrar la sonrisa y cerrar la puerta de la pieza por dentro. Vuelvan siempre a sus casas, a sus padres, al hogar, no se cansen de volver.

Desplieguen su buena educación en el mundo cotidiano, en el día a día destaquen por lo que son y no por lo que tienen.
Aunque puedan robar, no roben.
Aunque pueda copiar, no copien.
Aunque pueda excusarse de clases, levántense.
Aunque puedan quedarse en la comodidad, elijan servir.
Aunque puedan dejar que el libro se los resuma una máquina, elijan leerlo.

Y si pueden hablar mejor, exíjanse más vocabulario. Y si todos los días pueden saludar, puedan dar las gracias y pedir por favor, no lo callen por vergüenzas cobardes.

Queridos alumnos: PIENSEN, consejo cliché de profesor, pero tan relevante.

El mal no llega siempre con violencia o escándalo. Hannah Arendt, una de las filósofas más influyentes del sXX, enseñaba que el mal puede volverse banal cuando dejamos de pensar. El peor peligro es vivir sin conciencia, sin criterio y sin reflexión. Cuando dejamos de discernir, otro piensa por nosotros: la moda, la masa, el algoritmo. Pensar —decía Arendt— es el mayor acto de resistencia: antes de simplemente seguir… preguntarse.

Y por último, estimados jóvenes, tengan presente que la manera más fácil de hipotecar sus sueños o comprometer su vocación, es no considerar el sacrificio como parte de una buena vida, la renuncia a privilegios y comodidades.

¿Qué están dispuestos a sacrificar ustedes generación 2025 por defender el bien, la verdad, la fe y la libertad? Hoy no mañana, hoy no en 10 o 20 años más.
¿Qué están dispuestos a sacrificar?
¿Cuántos carretes van a sacrificar por rendir bien en la universidad?
¿Cuánto tiempo del domingo o la semana para llegar a misa?
¿Cuánta popularidad por mantenerse fieles a sus principios?

Miren a su mamá, miren a su papá, están felices, están orgullosos, emocionados en el alma. Su niño, su hijo, se graduó. Vean como mucho sacrificio y mucho amor pueden traer genuina felicidad. Sacrificio y amor cotidiano: 200 mochilas, 200 colaciones e infinitos materiales preparados para cada día del preescolar, varias reuniones suspendidas por una entrevista con el profesor jefe, algún dolor de espalda por campamentos padre e hijo, cientos de desvelos por enfermedades verdaderas y algunas ficticias, renovaciones de uniforme a medio semestre, copas de fútbol un domingo de junio a las 8am, tres zapatillas al año por exceso de pichangas de recreo.

Hicieron hora, hicieron tortas, hicieron de paño de lágrimas, hicieron guardia para cuidar tu estudio y tu trabajo, y a pesar de los problemas, los malos ratos que cualquier niño o adolescente puede regalar, aquí están algo más arrugados unos, algo más blancos otros, 14 años después del primer día de clases, confirmando que tanto amor y también tanto sacrificio, valen la pena.

Ustedes alumnos, hijos que se gradúan, son un sueño y una vocación que se cumple para sus padres.

Espero saber de ustedes muy pronto, saber que pudieron graduarse de la universidad, que encontraron a la mujer de su vida, que formaron una familia, que cumplieron sus sueños.
Que siguen confiando en Dios y que no huyen del compromiso.

Miren atrás, con gratitud.
Miren adelante, con esperanza.
Miren hacia arriba, con fe.

Egresados 2025 del Colegio Tabancura ¡Buen viaje!”

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